Óscar San Miguel, Okuda en el mundo del street art, es un artista multidisciplinar que tiene claro lo que quiere, que ha creado un estilo propio, basado en las formas geométricas y los colores que le permite ser identificado en todo el mundo, desde Ucrania a la Polinesia pasando por EEUU, España, Sudamérica o una ciudad perdida en la India.
Okuda nació en Santander, España, en 1980, y comenzó, como tantos otros grandes artistas urbanos, en el mundo del graffiti en su ciudad natal.
A los 17 años ya buscaba lugares abandonados, principalmente fábricas y vías de tren, donde poder expresarse mediante sus letras.
Su interés por diferenciarse le llevó a explorar desde muy joven los efectos 3D, consiguiendo letras con volúmenes y saliéndose de la tipografía tradicional del grafiti. A sus letras les unía calaveras, dibujos animados u otras formas que imaginaba.
Los primeros pasos de Okuda.
En el 2000 se traslada a Madrid, cuna del grafiti nacional y donde comenzó los estudios en bellas artes en la Universidad Complutense, que terminó en 2007. En Madrid entra en contacto con un panorama del grafiti, del arte y del arte urbano, en particular, muy diferente al de una pequeña ciudad sin gran tradición. Así va encontrando su propio estilo, definido en ocasiones como surrealismo pop, con claras inspiraciones de conceptos que va estudiando en la carrera.
Así, la geometría de Picasso, las visión pop de Warhol o su pasión por el “jardín de las delicias” de El Bosco comienzan a tomar forma y aparecer en su obra.
Okuda comienza a destacar, realizando su primera exposición en solitario en 2005 en su ciudad natal, Santander, en la Santa Art Gallery. Desde ahí su nombre comienza a sonar como un artista de estudio con un estilo diferente. Con 26 años, en 2006, realiza su primera exposición en la Montana Gallery de Barcelona, colaboración que dura hasta el día de hoy, ya que Montana Colors es uno de sus principales sponsors.
Coincidiendo con la finalización de sus estudios en Madrid expone en la feria de arte en Oviedo y es invitado a su primer gran evento internacional: la Bienal Internacional de Graffiti de Belo Horizonte, Brasil. Era 2008 y el Okuda de estilo comenzaba a despegar en el panorama internacional, pero le faltaba un gran salto, que encontró en el proyecto IAM (Ink and Movement), que le llevó a exponer consecutivamente en Nueva York, Madrid, Paris y Barcelona.
El lema del proyecto, encajaba perfectamente con él, era la unión del “gesto de un trazo y la reafirmación del yo”.
Creando un estilo propio.
Y llegó el color a su obra, porque aunque parezca increíble no ha estado siempre tan presente o al menos no en las proporciones y relevancia de lo que es hoy.
En 2009 se unen el Okuda de estudio, más clásico y gris, con el Okuda de la calle, más colorido y vivo, creando esa mezcla de geometría y figuras policromáticas que conocemos hoy.
En los siguientes años sigue explorando nuevos estilos y formas, que incluso publica en un libro en 2012 de título: Welcome to Nowhere, donde ya encontramos una estética muy parecido al actual. Un libro, donde destacan unos retratos con el individuo perdiendo protagonismo para convertirse en lienzo o elemento de instalación.
Su identidad cae en el anonimato para adoptar los rasgos del propio Okuda, o su equivalente estético, caracterizado por el color, los patrones geométricos o la magia surrealista que no duda en extender por cualquier superficie, viva o inerte.
Los grandes murales de Okuda.
Y llegamos a 2013 con su primer gran mural, pintado en Logroño, a lo que le siguieron viajes y murales por Perú, Chile o el primero de muchos en EEUU, donde se siente como en casa, tanto por la libertad creativa como por poder financiar grandes proyectos.
En 2014 le llega uno de sus grandes proyectos en Madrid, con el mural que decora la estación Paco de Lucia, obra de Okuda y Rosh333. En ese mismo año, cuando comienzan sus numerosas colaboraciones con Remed, artista francés, con un estilo geométrico complementario, basado en partes del cuerpo, que uniendo los colores de Okuda les lleva a crear murales en Londres, Bélgica, Canadá, Noruega o México.
Ya en 2015, durante el festival MAUS que creó el SOHO de Málaga pudimos verlo trabajar en la ciudad creando una espectacular Venus junto con Remed. Lo titularon: La danza de Venus y el marino, con los estilos de los dos artistas mezclados a la perfección.
Comienzan los proyectos internacionales
Los grandes proyectos internacionales comenzaban a llegar y con ellos su colaboración con marcas de ropa y bebidas. Así viajó a India, para pintar murales e incluso trenes en un proyecto patrocinado por Wrung. Y llegaron dos de sus proyectos más importantes, que han marcado tanto al artista, como han servido para impulsar definitivamente su reconocimiento internacional.
El primero fue en Kiev, Ucrania, donde pintó un impresionante mural de 16 pisos titulado “The world-love is ours”. Fue su trabajo más grande hasta la fecha y le marcó hasta el punto que, por la difusión en los medios locales, sintió como que su trabajo fue parte del cambio hacia la libertad del país.
Y a finales 2015 le llegó el click definitivo en su carrera al pintar su particular “capilla sixtina”, pero cambiando el Vaticano por Llanera, Asturias, donde decoró completamente una iglesia, el templo de Santa Bárbara, convirtiéndola en un skate park colorido con el sello Okuda de fauna, geometría y diversidad.
Lo tituló el templo del Kaos y ha sido una de sus grandes obras hasta la fecha.
El evento fue patrocinado por Red Bull, Miller, Montana y un crowfunding, para poder conseguir todos los fondos necesarios para hacer un lugar único en el mundo.
Su fijación con las iglesias y los templos no quedó aquí, porque en los años siguientes pintaría varias más en gran formato. Una en 2016 en Marruecos, titulada “11 milagros para la libertad” y otra, al año siguiente, en Denver de nombre “la iglesia internacional del Cannabis”.
La historia de Okuda en vídeo.
Si te apetece ver todo su historia en formato multimedia, con más imágenes y vídeos, échale un vistazo al que preparamos para Street Art Málaga.
Okuda comenzaba a brillar más y más, combinando tanto su trabajo en estudio, con exposiciones individuales y colectivas. Su inspiración, motivada por sus viajes y su conocimiento más profundo de su mundo mágico, le llevó a probar nuevos soportes. Así pinto el castillo de la Valette o una nueva mona lisa estilo Okuda en París.
Exploró nuevas técnicas, como la escultura, los bordados, con la participación de su madre, o el inicio de la integración del estilo Okuda en la arquitectura, algo en lo que quiere seguir trabajando en los próximos años.
Otra fecha importante en su carrera fue la participación en las fallas de Valencia de 2018 donde creó una pieza en 3D que no dejó indiferente a nadie. Fue una colaboración con los artistas Latorre y Sanz y se llamó ‘Equilibrio Universal’, coronado con un euro sonriente. Aquí más que nunca, su arte fue efímero.
En los últimos años Okuda ha seguido trabajando por el mundo, con esculturas en gran formato como en Boston, performances de fiestas en Ibiza, diseñando los premios 40 Music Awards, campañas para Desigual en Nueva York o participando en algunos de los programas de moda como “La Resistencia”, donde decoró la mesa del presentador, David Broncano.
La marca Okuda.
Okuda ya no es un artista, es una marca, como lo acredita su empresa, con 18 trabajadores, que le ayudan en todas las tareas, tanto administrativas, como de ejecución o modelado 3D. Él quiere seguir centrado en el proceso creativo, sin distracciones.
Un estilo propio, que parece no tiene límites, aunque no ha estado ni estará exento de críticas.
Ejemplo de ello es la enorme repercusión en medios que ha tenido su última obra en Cantabria, España, donde ha pintado el faro de Ajo con su colorido estilo, lo que ha generado una fuerte controversia entre la protección de los espacios o el impacto positivo que genera su trabajo allá donde va.
Como él mismo dice “Okuda es un especialista en transformar y llenar de color espacios abandonados y olvidados.” Un artista de identidad única, la cual fue buscando durante muchos años hasta que dio con su estilo gracias a que nadie hacía lo que hace él.
Sus próximos retos pasan por llevar la escultura al nivel arquitectónico, creando espacios propios de Okuda, como puede ser un museo que lleve sus formas, geometrías y colores al extremo y que, sobre todo, no deje a nadie indiferente.
Okuda es Okuda y seguirá llenando el mundo de color y transformando espacios con su peculiar ecosistema creativo de personajes y animales.
Un artista que habla del pasado y del futuro, de la modernidad, de nuestras raíces, y la capacidad del ser humano para transformar la naturaleza. En definitiva, Okuda ha creado un mundo mágico donde él es el máximo exponente.