Con nuestras pintadas le devolvemos a la ciudad parte del oxígeno que le roban los fabricantes de sprays. Muelle – Madrid (1990)
Detrás de esta frase encontramos a Juan Carlos Argüello, un joven madrileño, nacido en 1965 en el barrio de Campamento, a las afueras de la capital y que a principios de los años 80 creó con su firma el llamado graffiti autóctono madrileño. Una revolución social al mismo nivel que consiguió Taki 183 en Nueva York.
Contexto social de la aparición de Muelle.
En esos momentos, España estaba en plena Transición, pasando de la represión a la libertad, por tanto los límites estaban muy difusos, algunos por definir. En ese contexto, surgió la llamada Movida Madrileña, donde jóvenes del ámbito cultural, con mucha influencia de la música punk, pop y rock, se convirtieron en sus máximos exponentes… pero le faltaba algo a ese movimiento y ese algo fue Muelle, que unió su pasión por la música, donde era batería de un banda con la creación de su firma en las calles. Primero en su barrio, luego en los alrededores y después por toda la ciudad.
Estamos en el año 1982 y Muelle comienza pintar con rotulador, pero no con su firma directamente, sino que lo hacía con el nombre de su grupo: Salida de Emergencia, inspirado en las pintadas que veía del grupo punk “Decadencia” que llenaron el metro de Madrid con su nombre.
Dos años después, en 1984, Muelle cambia de registro y comienza a firmar con su apodo, aunque con un estilo muy simple y sin llevar los detalles que marcarían su estilo: el muellecito de debajo y la erre del registro.
¿De dónde venía el nombre de Muelle?
Pues era su apodo del barrio, porque años atrás se había comprado una bicicleta a la que incorporó un enorme muelle de moto.
Un Muelle que convirtió en su marca, bombardeando la ciudad y convirtiéndose en la firma más conocida de la época.
La aparición de las primeras firmas de Muelle crearon desconcierto, tanto que surgieron decenas de leyendas urbanas, sobre su significado, quién estaba detrás o si en realidad no era más un reclamo de una marca o una campaña publicitaria. Ante la ausencia de información, el misterio sobre Muelle fue creciendo.
Muelle fue uno de los escritores más prolíficos, pero no el único, porque firmas como las de JOSESA PUNK, BERO ES DIOS, Club, Juan Manuel, o BLECK (la rata), fueron claves en la difusión del graffiti por toda la ciudad. Entre todos crearon una corriente que siguieron muchos jóvenes y que comenzó a dar visibilidad al llamado Graffiti autóctono madrileño, también conocido como estilo logotipo o flechero, por la utilización de la flecha como forma estilística destacada de las firmas.
Graffiti autóctono madrileño y convivencia con el Hip Hop Graffiti.
Además, este estilo flechero tenía ciertas similitudes al tagging neoyorquino que surgió a principio de los ochenta en EEUU donde la subcultura punk de esos años también añadía esas flechas, pero la gran diferencia es que Muelle lo hacía a miles de kilómetros de allí sin saberlo.
Sin embargo, lo que lo hizo único fue no sólo su aparición en la ciudad rompiendo los límites o creando algo nuevo, sino que no seguía el patrón del más famoso estilo de Graffiti de la época, el llamado Hip Hop Graffiti, que llenaba los trenes de Nueva York y que fue llegando a España, poco a poco, de la mano de películas como Style Wars, Fanzines o libros de fotografías de graffiti como los de Henry Chalfant.
A raíz de estas publicaciones, en convivencia con este graffiti autóctono, sobre 1986-1987 surgió una segunda oleada de escritores cercanos al Hip Hop graffiti y nombres como CHOP, RAYO, MATA, ZETA o MAST, lideraron este movimiento que surgió de forma paralela a mitad de los 80s. Sin embargo, Muelle nunca se vinculó a ellos, es más, siguió pintando su firma en el metro, pero en el interior de la estaciones, nunca en trenes.
Una de las cosas más valiosas de Muelle y su firma era su capacidad de dejar su huella en cientos de lugares, porque con el paso de los años fue ampliando el radar de actuación, llegando desde Aluche al centro o las calles periféricas del barrio de la Latina.
La firma de Muelle evoluciona.
En palabras de sus amigos, Muelle era un tipo sencillo, siempre dispuesto a ayudar, que incluso recibía en su casa a otros jóvenes que se iniciaban en el mundo del graffiti y querían ver su obra y, por supuesto, llevarse su autógrafo.
A finales de los 80s, Madrid estaba lleno de firmas de Muelle, pero él siguió evolucionando su estilo, incluyendo su famoso tirabuzón en 1985. Ya no eran simples trazos hechos con rotulador, sino que el spray se convirtió en su herramienta habitual, creando formas más complejas, combinando colores y creando profundidad con un estilo tridimensional, destacando brillos y sombras, que lo acercaban más al Hip Hop Graffiti.
Es en 1987 cuando Muelle llega a su versión definitiva, con su famosa R encerrada en un círculo, que creó escuela al igual que sus flechas incorporándola otros escritores.
La historia de Muelle en vídeo.
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Su firma como marca.
De hecho, tan importante fue su firma que la registró en la Oficina de Patentes y Marcas para evitar plagios o copias ilegales. Incluso el propio ayuntamiento de Madrid le copió la firma, incluyéndola en una poster publicitario, lo que provoco la denuncia por parte del artista. Y, como era de esperar, una gran oferta para quedarse con los derechos de la firma. Como contó él mismo, la suma fue de 5 millones de pesetas de la época por parte de una empresa de colchones… pero se negó a venderla y siguió firmando por la ciudad.
Muelle comenzaba a ser reconocido como un icono de la movida madrileña, pero poco o nada se sabía de su identidad, que celosamente había guardado, porque como él decía “Lo que es famosa es mi marca, no mi persona”.
Además de su estilo flechero y registrar su firma, Muelle pasó a la posteridad por ser el primero que estableció ciertos criterios éticos y estéticos en relación a los lugares donde intervenir. Así Muelle recomendaba pintar sólo en sitios abandonados, vallas publicitarias o en obras, dejando libre de firmas lugares como vagones de metro, paredes de casa o propiedades privadas. Esto generó unas normas para la juventud que se iniciaba en este mundo, aunque no todos respetaron.
Pese a que Muelle era muy conocido en Madrid, no tenía proyección nacional, más allá de los círculos de grafiteros, donde era una referencia. El documental “Mi firma en las paredes”, emitido en TVE en 1990, le colocó en el lugar que se merecía, con un relato centrado en su figura, rodeado de otras figuras claves de la época como Blek la rata, Remebe o Tifón y donde el propio muelle sin salir mostrando su rostro, sí que deja su impronta con frases que han pasado a la posteridad como:
Cuando pintas te sientes vivo y por un momento te olvidas de que eres masa. En esta ciudad hay demasiada mierda y demasiada soledad de este modo le regalamos a la gente un poco de nosotros mismos.
El legado de Muelle.
Y llegamos a 1993, año en el que Muelle anuncia que lo deja porque “su mensaje estaba agotado”. Tanto fue así, que tan sólo 2 años después, a los 30 años de edad falleció por un cáncer. Una enfermedad que le hizo ser siempre vital y vivir cada día al máximo.
Se apagaba la llama del pionero, pero no iba a desaparecer su figura y su legado.
Como suele pasar en estos casos, la importancia que tuvo Muelle en el grafiti nacional tardó unos años en llegar y con la aparición de los primeros investigadores del grafiti y el arte urbano su figura recuperó el lugar que mereció. Así comenzaron a sucederse los homenajes a Muelle, la catalogación de sus firmas, la aparición de libros sobre él o documentales.